Por más que en este mismo mes se celebre la gran fiesta de la Transfiguración de Cristo, agosto es el mes de la Madre de Dios por excelencia. Porque no es sólo la fiesta del 15 de agosto con la Dormición de la Madre de Dios, la que caracteriza a todo el mes. Desde el día 1 en todas las Iglesias se canta la Paraclesis o Súplica a la Madre de Dios y los fieles ayunan hasta el día de la Gran Fiesta, la última de las solemnidades del Año Eclesiástico.
Ninguna otra persona conoció gracia tan grande, recibida de Dios. Pero también, ninguna otra persona se consagró tan tempranamente y sin reservas, a la voluntad de Dios. Ingresó al servicio del Templo “como ternera de tres años” y al mensaje increíble de la anunciación contestó: “he aquí la esclava de Dios, hágase según tu palabra”. Por ello la Iglesia la proclama Santísima.
Y pues recibió en su vientre toda la plenitud de la Divinidad encarnada, era natural que no baste un solo apelativo para expresar toda la grandeza del misterio de la Santísima. Es por eso que nuestro pueblo le dio una infinidad de apelativos, algunos acordes a sus características y otras que hacen referencia a los orígenes de sus santuarios.
De este modo la llamó “Grigorusa”, la que acude pronto, “Gorgoepícoos”, la que escucha pronto, “Glicofilusa”, la de beso dulce, “Odiguitria”, la Conductora, “Laodiguitria”, la Conductora del pueblo, “Eleúsa”, la Misericordiosa, “Pamacáristos”, la muy bienaventurada, “Dexiocratusa”, la que sostiene con la diestra, “Eptavimatíyusa”, la que hace siete pasos, “Myrtidiótisa” la de los mirtos... Todos esos apelativos muestran cuan viva y profunda es la veneración de la Santísima en la devoción popular.
Vamos a analizar brevemente uno solo de ellos que parece sintetizar a todos los demás. Vamos a ver el apelativo “Platytera ton Uranón” la más amplia que los cielos. ¿Qué entendemos con este apelativo? ¿Es nada más que una exageración del alma creyente? ¿Es una exageración retórica de la literatura bizantina? ¿O acaso encierra un contenido teológico concreto? No nos cabe duda, que la Santísima fue llamada “la más ancha que los cielos”, porque tuvo en su vientre a “Dios incontenible”. Los cielos no lo podían contener más s eencerró en el vientre de la Virgen. Por eso el autor litúrgico se pregunta con admiración: "¿Cómo el Incontenible en el todo, cupo en el vientre de la Virgen?"
Pero este es sólo una cara de la moneda, una sola parte de la historia. Existe otra, que también encierra una gran importancia y un interés conmovedor, porque nos atañe a nosotros. Este apelativo no sólo indica que contuvo al “Dios incontenible” sino que nos contiene a todos nosotros, pues los pobre pecadores nos acercamos buscando el refugio y la protección de la Santísima Madre de Dios para pedir misericordia y su intercesión: "A ti te tengo como única Intercesora ante Dios, el Amante de la Humanidad"
Padre Nicolás Vera